Sallirium Cefibisio

No cabía duda alguna. La casa estaba desierta. Llevaba ya media década investigando el caso, y ninguna señal de pista parecía asomarse a su encuentro. Echado sobre un sofá y fumando su pipa favorita, tal como lo hacía su padre en momentos similares, Andrew Holmes intentaba hallar la combinación de probabilidades que permitiesen la presencia de todos los hechos hallados.

Bien -dijo mientras observaba la abrasadora llama de la chimenea- terminemos esto.-. Mientras su mente se esforzaba por buscar algún punto oscuro en el que quizás no se hubiera fijado en momentos atrás, algún as que la naturaleza guardara bajo la manga, él recordaba los extraños sucesos, aún a su criterio, que habían sorprendido su habitual vida de investigaciones, hace unos seis años…
-Hola, habla con él. Bueno. Llegaré en media hora.- Andrew descolgó el teléfono con habitual naturalidad, y si bien le había temblado un poco la mano era porque no se le había quitado aún la costumbre de entusiasmarse ante la ruptura de lo cotidiano.

Era la segunda llamada en esa semana de este tipo -era regular, claro, recibir al menos siete al mes por promedio, ya que en esos días él se hallaba en la cima de su fama y las consultas llovían-; era casi una rutina, con la única diferencia de ser una irregular y siempre era un agrado recibir una en tediosas tardes lluviosas de invierno. -No hay lluvia- pensó , mientras buscaba su sombrero- pero estoy harto de hablarle a Tim todo el tiempo sin obtener respuesta, así que éste sería un buen momento para usar efectivamente los recursos eventos.-. Aseguró su puerta, y se precipitó a un taxi -que por casualidad iba pasando justo por allí- sin siquiera acordarse de que el plato de comida del gato estaba vacío. Los ratones de su casa deberían prepararse ante una enérgica reacción de su más peligroso enemigo, el cual para colmo estaba en las condiciones ideales de una alocada cacería.

Una vez que Andrew hubo llegado al lugar de los hechos, los acontecimientos se sucedieron con velocidad increíble; sin siquiera haber sido explicado sobre el caso, él descubrió tan pronto como llegó (algo de tiempo usó, de todas maneras; pero a lo sumo eran cinco minutos) la sala secreta donde estaba escondido el ladrón. éste fue apresado, y cuando Andrew, decepcionado, ya se iba, fue informado del aspecto curioso del caso: el bandolero no lo era todo. Había un truco increíble que utilizaba éste para robar, y era que hacía dormir a la gente de la casa -aún cuando ellos no lo desearan- durante la noche. Interrogado el culpable, demostró supuesta ignorancia del asunto -obvio, ya lo imaginaba, ninguna persona con una mínima capacidad de raciocinio soltar a información tan vital para su trabajo-, a lo que no hubo forma de sacárselo. Andrew decidió comprobar el misterio por sí mismo; tomó una buena cantidad de tazas de café, se tomó una ducha fría, esperó la llegada de la noche, y… vio por sí mismo la eficacia del truco: no resistió más allá de la medianoche. – Ve? Ésta casa está maldita!- decían los lugareños, convencidos de que aquéllo no podía ser un truco de un simple asaltante.

Andrew luchó con frenesí contra un misterio que no se aclaraba: utilizó todos los medios que había empleado hasta entonces, creó otros tantos como lo permitiera su imaginación, dejó la casa apestada de insecticidas, antisomníferos, etc., pero lo único que hall fue una firme repetición diaria del fenómeno y un aún mas firme convencimiento de los vecinos de que la ocurrencia era capricho del diablo. Para Andrew, todo era mucho más claro: la causa del misterio se escapaba del pequeño marco de asuntos criminales y se ampliaba a todo lo que pudiera abarcar la naturaleza, sin importar si era conocida al hombre o no. Podía intentar encontrarlo, pero las posibilidades eran tantas, que estaban más allá de sus límites. Sentíase abismado, como un labrador que debía cultivar toda la vasta tundra de Groelandia – considerándose, para facilitar la comprensión, todo el acervo existente (los acontecimientos ocurribles) como semillas que debieran sembrarse, y luego regarse, (es decir, tomarse en cuenta, analizarse, pesar su influencia sobre los demás acontecimientos, etc.) una cada 5cms cuadrados (en el máximo de estrechez posible)-, labor obviamente imposible de realizar; pero ya no podía abandonar el caso; su orgullo como investigador racionalista se rebelaba ante su sola formulación.

Y ahí estaba, en medio de la soledad, falto de toda energía juvenil, fracasado, sentado en un sofá y meditando por última vez la solución del problema. Habían pasado tantos años… y no había resuelto el caso! Debía aceptarlo: este misterio le había ganado. Si al menos fuese él un incipiente novato del área, entonces la situación no le sería tan penosa; pero a vista de que él era el primer detective de Europa esto tomaba ya gravedad. Ya no tendría oportunidad para investigar más posibilidades… últimamente había tenido síntomas de paro cardíaco parcial, y presentía que tendría uno dentro de poco.

Con el corazón inundado por olas de desesperación, Andrew miró hacia todos lados, tratando de ver algo más que simples muebles de una casa vieja. De pronto, un haz de esperanza pasó por su mente: vió algo. Encima del poyo que se encontraba a la entrada de la sala de estar, había una rara verdosidad opalina, en la cual no se había fijado antes. Quizás ésa sea la clave… sí, tiene que ser ésta. ¿Qué misterioso secreto prometía aquel descubrimiento revelar? Temblándole las piernas de emoción, Andrew extendió su mano derecha hacia el objeto que tanto júbilo causaba sólo verlo.
De pronto, creyó sentirse en una sima; un dolor desgarrador comenzó en su brazo izquierdo, y luego alcanzó su hombro. Nooooo!- gritaba el pobre hombre, quien no estaba físico-mentalmente lo suficientemente basto para recibirlo exactamente en ese momento. Sin fuerzas e incapaz de soportar la aumentante presión sobre el pecho, Andrew cayó al suelo. – ¡Ay! Qué mala suerte- pensó mientras sonreía amargamente y tomaba una pluma -éso te pasa por entusiasmarte demasiado-. Utilizando sus restantes energías, el anciano escribió unas cuantas letras en el piso; sintiendo que habían terminado sus días en la tierra, dio el último suspiro. Había muerto.

El cadáver fue hallado dos días después de su muerte, esto en buena parte debido a que los vecinos, de buena voluntad, lo visitaban de vez en cuando; fue enterrado al día siguiente. Todos los amigos que habían conocido a Andrew abrazaban efusibamente a Holmes, padre -ya entrado en sus años de creaciones de continuos récords mundiales en materia de larga vida-, tratando de disminuirle, siquiera un poco, su angustia. Por supuesto nadie se cuestionaba la causa del deceso, pues conocían el carácter violento de Andrew, y la revisión médica, que dió por causa directa un ataque cardíaco, vino a confirmar dicha suposición.

En medio de la pesadumbre que reinaba en la vecindad, nadie se fijó en el hecho de que hubiera una pluma en el lugar donde se encontró el cuerpo, ni menos en la palabra débilmente garabateada en el suelo. Un pollo que pasaba por allí, masticando acerbas bayas, notó su presencia; pero los animales son, en la mayoría de los casos, insipientes por naturaleza; no poseen, por lo tanto, la noción y manejo de la escritura, por lo que se fue de allí sin darle mayor importancia. Uno de los más agudos observadores de entre los observadores se percató de la demora efectuada por el pollo cerca del lugar del hallazgo; pero éste era un fiel admirador de Andrew y decidió no llamar la atención por una causa, aparentemente, tan irrisoria. Se ocupó, en cambio, de echar al pollo del lugar y regresarlo detrás de las vallas, con lo que eliminaba, sin quererlo, al único testigo del último mensaje del difunto. Se leía en el escrito, por cierto, -con alguna dificultad- “salliriu».

(….)

Largos años depués, un ex-jugador de zumo, llamado Heyknan Céfibis, descubrió en esta casa una especie de hongo nunca antes vista, con capacidades somníferas nocturnas y muy resistente a productos químicos, y también que algunos tipos de personas con cierta estructura genética eran inmunes a éste; en honor a su descubridor y tomando en cuenta el grupo al cual pertenece, se le nombraría esta nueva especie Sallirium Cefibisio.

15-12-97


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