Ora que canta, ora llora, los
primeros albores resonando entre los
últimos gritos, postreros sueños
salobres ríos pasan por los montes
canturreando el soneto de ayer, melodías de mañana
una y otra vez.
Leguas de sudor y sangre, perfume de muerte
o náyades tendidos sobre rocas frías, a la mar.
Pedazos salpicados de luz y vida
ocurre, que los gnomos saltones, irreberentes
suben por los altibajos de la médula, boca; oído y ojos
turban mi alma, surte en la mente palabras entrelazadas:
una tempestad, un relámpago, paisajes que elocuente y
mudos, despiden el rayo abrasador y hojas café o escarlata, traducidos en
oro puro, incienso apasionado y tranquilidad de mirra.
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