Eres… ¡eres una flor!
-versos de incienso y mirra, nª310599-
Lirios y jazmines se entremezclan bajo el estrecho atardecer. Ella camina junto a mí. Tiernos pastos son mis cómplices y ocultan todo murmullo de movimiento; de vez en cuando, el crujir de una hoja seca –rociada con la lluvia por la tarde- interrumpe la sorda música del llano. Mi llano. Todo es mío, mío. Tuyo. El llano, los aires lechosos, brisas ocultas en matorrales a orillas del río. No oigo los grillos. ¡Qué raro! Siempre estaban allí, cantando quién sabe qué tristes historias de niños devorados por dragones, rosas y princesas y amores frustrados. Y estoy, yo aquí, yo y ella, y no oigo los grillos. Es natural – creí haber oír quietas risas de sirenas, pero las sirenas no habitan ríos.