Reflejos de hojas coloreadas sobre aguas

Dulzura. Chocolate. Tu suavidad arranca tristes aleteos
contra corazones verdes, mentes frágiles e indecisas
e ilumina los cielos, días de humedad líquida.
¡Blanca, cuán blanca ha de ser tu alma!
Fragancia de tu verdoso relajamiento oleaginoso que
derrite veintitrés begbhoas antes
reflejos de impulsos contrariados,
manos, sudorosos escriben en la oscuridad
tanteando tu camino en penumbras y dulce,
marea baja. Agua y viento.
Un lago donde mi sombra crecía hasta transformarse
en confusión de agua y viento,
olas y aire, olas y tormentas, y comenzó…
Diste inicio a violentas oscilaciones de puros cisnes
voces grabados a luz y olas sobre huellas en el aire,
manos que inútiles tanteaban las huellas.
Aleteando y revolcándose, pidiendo la última piedad,
aves de nombres desconocidas sumergidas en
el único lago del mundo.
La melodía de anoche remecía las horas caídas
a través del saxofón. Nadie, sin músico.
Después de todo, música es viento, tormenta, y
las hojas no están bajo el lago.


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