28.06.99

Inolvidables sales vuelan al horizonte
gaviotas, ciervos y zorzales, encrucijados
ante la llama devoradora, huyen.
El calor interfiere un río, río calmadamente corriendo
tras la razón, la sonrisa, el infierno que
como el galopar inconsciente de un lejano anochecer,
invade intangibles momentos y vacíos…
Los lobos, corren, aúllan, reclaman esa noche perdida
perdida entre hombres y cenizas, entre la humanidad
convertida en llanto, lluvia de cal y grisácea ceniza.
Oh inconsciente trepidar de latidos, circulantes aires
y ojos claros, llorad, transformad esa sustancia fría,
y escondida y secreteos tras los matorrales, en el líquido,
ríos cálidos, llenos de lo humano, que tú, infinito
abismo, abriéndose en un fugaz reflejo dentro del
indomable ojo que tienes, que tú,
llamas lágrimas…

No olvidaré la feroz alegría que sacudió mi cuerpo;
cuando al fin, tras la eterna espera por la lluvia en mayo,
lloraste… y nuevamente alimentaste una salamandra en mí…
la salamandra muerde su cola, renace en sí mismo.


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