Autor: Yongho Kim 김용호

  • Opúsculo póstumo

    Ora que canta, ora llora, los
    primeros albores resonando entre los
    últimos gritos, postreros sueños
    salobres ríos pasan por los montes
    canturreando el soneto de ayer, melodías de mañana
    una y otra vez.
    Leguas de sudor y sangre, perfume de muerte
    o náyades tendidos sobre rocas frías, a la mar.

    Pedazos salpicados de luz y vida
    ocurre, que los gnomos saltones, irreberentes
    suben por los altibajos de la médula, boca; oído y ojos
    turban mi alma, surte en la mente palabras entrelazadas:
    una tempestad, un relámpago, paisajes que elocuente y
    mudos, despiden el rayo abrasador y hojas café o escarlata, traducidos en
    oro puro, incienso apasionado y tranquilidad de mirra.

  • 08.06.99

    Es…
    completar
    con una nota cada día
    la sonata larguísima.
    Y confiar
    en que, tras la eterna espera,
    aquel himno suave y apasionado
    te maravillará con cadencias inconfundibles.

  • 08.06.99

    Cuando hace frío, buscar calor,
    al sentir hambre, comer hasta saciarse.
    Pisar las rocas que alguna vez vivieron;
    sentir el viento asolador enrojeciendo mejillas
    mirar ambas lunas, husmear su cabellera,
    dejar que la luz… el fuego despidan los ojos
    en medio de penumbras, ver el contorno de su risa
    oir en la soldedad, su mirada…
    y… ¡eso!
    Vivir Junio es…

  • La Ameba

    Todo pensamiento surge de la pérdida de una sonrisa.
    José M. Peña

    Nada. Nada tranquilamente en dirección a la luz. Al calor, la luz, felicidad. Rodeado de etéreo líquido, se desplaza hacia el foco luminoso y siente un animal placer aumentando a medida que se acerca a… eso. Eso, los rayos verdes, allí. Una sonrisa llena su alma mientras se mueve, agita sus diminutas colitas. No puede reír; no tiene boca, pero seguro que soltaría su estrepitosa carcajada si lo tuviera.

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  • Stravinsky al Óleo

    No debe de tener más de catorce años. Ella mira.

    El joven está concentradísimo en su trabajo, rostro sonriente. Le han pagado muy bien, pero tiene su precio: debe preocuparse de no pintar más allá de los marcos, porque no se puede borrar. Es el marco de la ventana, y la pared ya está pintada con rojo, de modo que si le aplica diluyente, se descolora la pared. Aunque lo pinte otra vez, la mancha estará allí, acusadora del error; y le pagarán menos. Con sumo cuidado, pasa la brocha por la parte más delgada del marco. Se saca la lengua y muerde con los dientes.

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  • Causa sin motivos

    Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz.
    Génesis 1:3

    Echado en su cómoda silla, escribe. Expresión seria, ojos graves como el amanecer que se observa a sus espaldas, pluma en mano. Escribe. Pliegos de hojas se mantienen derechas en su mano izquierda, mientras escribe con prodigiosa rapidez sobre el cuaderno encima del escritorio. Una lámpara fluorecente lo ilumina desde el techo. Luz blanca. Aún así, no puede impedir la intensa oscuridad que penetra por las ventanas. La habitación está semioscura. Paredes café oscuras, piso gris. Perfiles de grises edificios a lo largo de la ancha y alta ventana.

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