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  • 09.11.98 [es ella]

    Si sólo pudiera, si tan sólo me permitiera
    tocar tus manos, ver tus pupilas, oír
    un canto solitario, vibrando la clara mañana
    levantando tormentas de paz, feroz locura
    estrujando las últimas gotas
    una rosa quebrada
    gaviotas que caen
    sólo veo, siento, oigo
    oigo, sí, ¡es ella!

    Sonrisa que se retuerce
    tras un falso afán.
    Se estrella, triza, hasta despedazar su diminuto cuerpo
    en medio del lago silencioso
    no hay palabras hoy
    recuerdos, visiones, sueños
    días que jamás llegarán; sin embargo
    cada vez más cerca, como dos puntos
    cual un loro a su golondrina persigue
    pero nunca alcanza.
    Himnos de cómica majestuosidad
    sonidos y llantos, viento acariciador
    una figura en el vacío
    desaparece, deja tras sí, fugaz silueta
    se asemeja a.. ¡es ella!

    Su imagen llena un espacio cual no termina
    el intentar comprender;
    entreveo; posible no es saber
    si terminare, bien; si no, bien
    no podré, después de todo
    índice que apunta al vacío
    divaga cercanos espacios, extesos y angostos
    estrechas simas entre ambos
    crea más de lo que hay ahora… tiempo
    resalta en la textura de la nada, lo esperado
    con ansias del sediento, se adelanta,
    ¡es el pulgar quien avanza!
    no es…, aún así, puedo sentirlo
    los nervios fundidos, mis sentidos fallan
    ¡es ella!

  • 03.11.98 [¡quién te viera!]

    ¡Quién te viera!
    quien te viera,
    pasar por entre los frondosos arbustos
    de mi jardín, pupilas cual iluminando el camino,
    plantas rejuvenecidas al toque de tu aliento.

    Quien te oyera,
    cantar entre las delicadas ramas
    entre árboles ocultos, arrollados
    cantar, cantar,
    no sea que muera alguien por oírte.
    Cantar,
    para agradar del Supremo sus oídos
    cantar, cantar
    así para describir cuanta maravilla
    hay aquí, hay allá, habrá o hubo
    cantar -vibraciones- cantar
    dar paso a la Muerte.
    Dejarle tomar cuantos seres estén a tu paso
    porque te han oído,
    ¡felices ellos!

    ¿Quién te oyera
    reír, reír…?
    ¿Dónde ahora quien lloraba?
    ¿dónde el infeliz, el sabio, los músicos?
    ¿quíen te oyera
    hablar, contar
    historias de hadas y princesas
    y quedaba tranquilo
    tras presenciar tan vívido testimonio
    de tragedias, historias de amor?

    Quien te sintiera
    sobre sí tus pies
    ah, feliz de ti,
    ¡morir a causa de ella!
    quien te sintiera
    a lo lejos desde las llanuras
    un suave aroma
    de rosas y uvas,
    racimos, de lirios?
    ¡Quién te viera!
    ¡que por tí no suspirara!
    ¡felices ellos!

  • 03.11.98 [¡quién te viera!]

    ¡Quién te viera!
    quien te viera,
    pasar por entre los frondosos arbustos
    de mi jardín, pupilas cual iluminando el camino,
    plantas rejuvenecidas al toque de tu aliento.

    Quien te oyera,
    cantar entre las delicadas ramas
    entre árboles ocultos, arrollados
    cantar, cantar,
    no sea que muera alguien por oírte.
    Cantar,
    para agradar del Supremo sus oídos
    cantar, cantar
    así para describir cuanta maravilla
    hay aquí, hay allá, habrá o hubo
    cantar -vibraciones- cantar
    dar paso a la Muerte.
    Dejarle tomar cuantos seres estén a tu paso
    porque te han oído,
    ¡felices ellos!

    ¿Quién te oyera
    reír, reír…?
    ¿Dónde ahora quien lloraba?
    ¿dónde el infeliz, el sabio, los músicos?
    ¿quíen te oyera
    hablar, contar
    historias de hadas y princesas
    y quedaba tranquilo
    tras presenciar tan vívido testimonio
    de tragedias, historias de amor?

    Quien te sintiera
    sobre sí tus pies
    ah, feliz de ti,
    ¡morir a causa de ella!
    quien te sintiera
    a lo lejos desde las llanuras
    un suave aroma
    de rosas y uvas,
    racimos, de lirios?
    ¡Quién te viera!
    ¡que por tí no suspirara!
    ¡felices ellos!

  • Destino de un radical

    ¨Porque… el soldado nunca muere… sólo desaparece.¨
    McArthur, exgeneral de las fuerzas americanas en el pacífico, en su discurso de jubilación, al ser despedido por proponer un abierto ataque a China durante la guerra de Corea.

    Bocas abiertas. Rostros atónitos. Ojos interrogantes. Por momentos, reinó por la sala de conferencias un silencio de muerte.
    Luego de un lapso de eternidad, durante la cual todos mantuvieron un silencio no acordado, comenzó el vocerío…
    -¡pero cómo!
    -¡no puede ser…! ¡no aceptaremos tal blasfemia!
    -¡deberían ser castigados, es lo justo!
    Así que cada cual cree tener la solución… pero el curso de las acciones se decidirá en unas horas, y no serán ellos quienes opinen entonces- pensaba, riéndose de ellos, Protágoras, mientras recorría con la vista el resto de los concurrentes. Al encontrarse su mirada con Adriano, comprendió por el brillo de sus ojos que él pensaba lo mismo.
    Unas horas después, Protágoras y Piteas se encontraban en el patio central, discutiendo animadamente las consecuencias que podría acarrear tal acontecimiento. El sol radiante, esparciendo su calor por igual a todos, parecía indiferente a lo que ocurría allá abajo. Los acompañaba callado y cabizbajo, Adriano.
    -pero, ¿cómo fue posible que la información llegara tan tardíamente? –preguntaba Protágoras, ansioso de saber más detalles.
    -no pueden decir que fueron asesinados mientras no hallen los cadáveres. Supongo que ningún criminal querrá broncearse todo el día mientras permanece amarrado sobre un palo de madera. –era la burlesca respuesta de Piteas.
    -¿están acusando al estado de Sagunto como culpable?
    -cuando un cartaginés está enojado, hay que esperar hasta que se le despeje la vista. Personalmente, no tengo nada en contra de Sagunto.
    -¿qué crees que ocurrirá?
    -todo es posible, tágoras. La mayoría no está aún a favor de una represalia directa…
    -¿quién no teme a Asdrúbal? –comentó Adriano.
    -¿pero aún no se conoce la opinión del cónsul al respecto?
    Piteas se detuvo. Era un cartaginés clásico, robusto por exigencias de la vida cotidiana marítima. Mirándolo detenidamente, le dijo, como si tratara de despertarlo de su ensoñación: -aún eres muy joven, tienes mucho que aprender… podrías comenzar por pensar un poco antes de preguntar…

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  • La Aventura de hoy

    La Aventura de hoy
    por Sergio Romero

    -¿Aló? Buenos días. ¿Estará Carlos?
    -Sí, ¿de parte de quién?
    -De Manuel.
    -Ya, espere un poquitito.
    Al rato, Carlos estaba en el teléfono.
    -¿Aló?
    -Aló, ¿Carlos?
    -Sí, hola Manuelillo. ¿Cómo estai?
    -Bien, bien. Oye, ven al tiro para mi casa.
    -Okay, ya voy. Me visto y rajo pa´tu casa.
    -Ya, chao chao. Apúrate.
    -Ya. Chao, chao.

    Manuel, muy contento porque su amigo venía a su casa, después de largas ocho horas de descanso sin verse. De repente suena el timbre.

    Ese tiene que ser Carlos – se dijo, muy contento. Bajó las escaleras, o sea, se tiró por la baranda y corrió hacia la puerta; miró por el ojo mágico. Y como una neblina, ve a su peor pesadilla: la señora Labrentina Concha, con la cual había tenido muchos problemas.

    me vendrá a retar por el experimento que hicimos con su gato o por haber inundado su patio ya se me viene a pedir prestado un secador de pelo para su peluca

    Manuel abre la puerta y cínicamente dice:

    -Hola señora Labrentina. Cómo esta usted.
    -Mira mi´jito. No te vengas a hacer el educadito conmigo y explícame: ¿qué pasó con mi gato?
    -Bueno… este… yo… yo quería ver cómo era la piel del gato, así que lo pelé enterito – como ¨buen¨ amigo que era, Manuel no quiso delatar la descabellada idea de su amigo Carlos.
    -Ya, no me digas nada más. Ya hablaré con tus papis. Pero por mientras, te prohibo la entrada a mi casa y patio. Y nunca más te acerques a mi gato.

    Cuando la señora Labrentina se retiraba, Manuel ve que Carlos viene corriendo a su casa.

  • Sallirium Cefibisio

    No cabía duda alguna. La casa estaba desierta. Llevaba ya media década investigando el caso, y ninguna señal de pista parecía asomarse a su encuentro. Echado sobre un sofá y fumando su pipa favorita, tal como lo hacía su padre en momentos similares, Andrew Holmes intentaba hallar la combinación de probabilidades que permitiesen la presencia de todos los hechos hallados.

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  • 21.11.97 [imitación becqueriana]

    Una sonrisa…
    mayor engaño,
    no hayarás,
    de tu vida,
    el reso.

    Una mirada…
    excitarás, enloqueciendo
    lo último de tu saber;
    quema todas tus
    neuronas.
    Mayor falsedad
    nunca sabrás.

    Un te amo…
    ¡ay! ¿lo crees?
    lleno, y asombrado
    jadeante ante todo,
    susúrrale a sus oídos,
    -yo también-
    luego, si deseas ser,
    mantén tu esperanza,
    mira el abismo, a tus pies,
    ¡tírate!

  • 21.11.97 [imitación becqueriana]

    Una sonrisa…
    mayor engaño,
    no hayarás,
    de tu vida,
    el reso.

    Una mirada…
    excitarás, enloqueciendo
    lo último de tu saber;
    quema todas tus
    neuronas.
    Mayor falsedad
    nunca sabrás.

    Un te amo…
    ¡ay! ¿lo crees?
    lleno, y asombrado
    jadeante ante todo,
    susúrrale a sus oídos,
    -yo también-
    luego, si deseas ser,
    mantén tu esperanza,
    mira el abismo, a tus pies,
    ¡tírate!

  • Las Guerras Púnicas

    Las Guerras Púnicas

    Curso: 1°M C
    Asignatura: Ciencias Sociales
    Profesor: Juan Salinas
    Alumno: Yongho Kim
    Fecha: 22/08/’97

    Introducción-Prologo

    Algunos escritores dicen, no con falta de razón, que la introducción es lo más difícil en un libro. Estoy completamente de acuerdo con ellos (especialmente cuando se trata de informes de C. Sociales); ¿Cómo introducir al lector, que vive la realidad que siente, a una realidad que existió hace cientos de aós y que ahora no queda ni un rastro? Esto es muy difícil, aunque se tenga en cuenta que el lector ya maneja el problema, pero muy didáctico también -según y cómo se considere- ya que ésta es la única sección donde se permite escribir con contenido humanitario, y no como las demás partes, donde todo debe ser formal y bajo las reglas. La lectura de una introducción es casi siempre MUY interesante (¿o seré yo el único que ha leído, una tarde despejada, una agradable introducción de un informativo médico?). Como sabrán, ésta sección es introducción, así que… ¡escribid libremente!

    Pero nos estamos desviando de nuestro objetivo principal, que es la de introducir.

    Bueno; lo que pasa, para los lectores despistados, es que hace más de dos mil aós existieron dos pueblos que se llamaban Roma y Cartago. Roma os sonará muy familiar a todos, pero ¿Cartago? ¿eso se come? No, desafortunadamente para los que están esperando ansiosamente la hora del almuerzo, pero Cartago era una antigua colonia fenicia fundada a fines del siglo IX AC. Para suerte de cartaginenses y avaros, Cartago se desarrolló rápidamente gracias a la agricultura y al comercio, dominando extensas costas del norte de Africa, Sicilia, Cerdeá y las costas sureás de Espaá, con lo que pasó a controlar el mediterráneo occidental. Pronto se encontró con Roma, con quien se unió para derrotar al gran general griego, Pirro. Pero tras derrotar a Pirro, debió luchar con Roma; pobres cartaginenses. En las tres guerras que entablaron durante un siglo y algo más, no lograron ganar ni una, y finalmente fueron destruidas completamente. Triste epílogo para un pueblo que prosperó más de medio milenio.

    En fin, veamos ahora (aunque parece ser muy temprano aún) las posibles introducciones: Roma, un pueblo guerrero sediento de sangre, destruyó sin compasión a los débiles cartaginenses; esto del punto de vista de los vencidos. Si lo vemos con el criterio del triunfador, Roma logró acabar con el monopolio comercial que injustamente pretendía el ambicioso Cartago y aseguró paz y libertad a lo largo del Mediterráneo. Hay otros que dicen que ésta sólo fue una más de las numerosas guerras entre los semitas y los no semitas. ¿Todos suenan bien? Pues estos no son más que propaganda de cada bando. Lo que en realidad ocurrió, eran los típicos conflictos que ocurren cuando surgen dos o más pueblos dominantes en determinado sectores previligiados. Bueno, ¿qué tenía de especial el Mediterráneo? Entre otras cosas, su clima, en especial agradable, también era centro de activas relaciones comerciales marítimos, limitaba con dos de las grandes cultras antiguas: Egipto y Mesopotamia. Esto y otras más, movieron a los dos pueblos a entablar guerra por el dominio de ella, de la cual Roma, que tenía más factores a su favor, salió vencedor.

    En las siguientes páginas, ud. podrá disfrutar de información detallada sobre los sucesos más relevantes de una guerra que duró más de cincuenta aós: Las Guerras Púnicas.
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  • 19.08.97 [suicidio]

    Érase Augusto, otro de
    muchos que divagasen
    asolados caminos.

    De pronto, no creyólo:
    sí, sí lograba entender
    ¡vida insignificante!

    Un grito, del postrer
    estruendo, se expandía
    a lo largo de lejanos
    espacios; como un réquiem
    llevóse consigo, su
    recuerdo de los olvidos.

    [comentario en el 2005: escrito durante la hora de clase de castellano y la profe se preocupó]

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