La mansión estaba ahí, con todas sus ventanas sin vidrio, sus paredes de madera deshechos a medias, techo rojo y la vegetación salvaje rodeándola por todos lados, como si quisiesen acabar con lo poco de lo humano que en aquel rincón del área en demolición quedaba.
El estudiante lo observaba con maña y agudeza. Una camioneta blanca cruzó por enfrente suyo, privándolo del objeto de sus cuidadosas miradas por un breve espacio de tiempo. Estaba sentado en el césped, sobre la parka que había puesto cuando comenzó a sentir las primeras oleadas de frío. A esa hora el tráfico solía concentrarse más a su espalda, pero aquello no ocurrió. Los semáforos, seguramente. Su compañero estaba también a su lado, tratando por su parte de concentrar su atención a la triste construcción ? no podía, por supuesto. Las tersas piernas de las colegialas de camisa verde que aparecían de vez en cuando por el lado de Inglaterra resultaron ser mucho más interesantes; era natural, era su edad.