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  • 16.11.98

    Rayos de luna oscurecen mi ventana
    los grillos cantan; ruge el viento fuera
    soñar, pensar,
    recordar
    recordar
    espacios estrujándose
    voces cuyas formas besa el pie.
    Colores del porvenir
    violeta, rojo
    violeta
    rojo
    sueños fantasiosos que acaricia un espíritu joven;
    violeta
    soñar
    pensar
    rojo
    recordar
    negro
    negro negro.

    Tristeza cuyo simiento remueve la más viva alegría
    agudo dolor; grito agonizante
    del postrer adiós.
    Sorda lamentación; sollozos quejumbrosos
    aullido por las mañanas; no ser
    corazón de luto
    negro negro negro.

    Desolación
    negro, negro
    tranquilidad en medio de las tumbas
    negro, negro
    ayer, las estrellas brillaban
    ¡hoy será igual!

  • 11.11.98

    Fuese aquello
    repentino destello de laurel,
    claras lunas protegen el horizonte
    sopor cuan disipa inesperado encuentro
    calma, paz, quietud.

    Remolinos de aire, coloreados,
    púrpura, verde, celeste
    seres cuyo ruido por las noches
    suplican, llaman, canturrean
    el más preciado ideal:
    amar…

    Blandas alegrías surgen
    de la cálida superficie
    como el sauce; reflejos
    sobre un lago en tormentas.

    Uno…, dos, tres
    diminutos sacos de agua
    lágrimas de un ángel
    sin cesar golpean
    el reflejo de una sonrisa
    caen…

    Temerosos, el par de pequeños ojos,
    asomándose quietos, sobre el muro infranqueable
    voz incesante llamando
    cuanta alma joven hay
    corre a esconderte
    sin duda, te alcanzarán…

  • 09.11.98 [es ella]

    Si sólo pudiera, si tan sólo me permitiera
    tocar tus manos, ver tus pupilas, oír
    un canto solitario, vibrando la clara mañana
    levantando tormentas de paz, feroz locura
    estrujando las últimas gotas
    una rosa quebrada
    gaviotas que caen
    sólo veo, siento, oigo
    oigo, sí, ¡es ella!

    Sonrisa que se retuerce
    tras un falso afán.
    Se estrella, triza, hasta despedazar su diminuto cuerpo
    en medio del lago silencioso
    no hay palabras hoy
    recuerdos, visiones, sueños
    días que jamás llegarán; sin embargo
    cada vez más cerca, como dos puntos
    cual un loro a su golondrina persigue
    pero nunca alcanza.
    Himnos de cómica majestuosidad
    sonidos y llantos, viento acariciador
    una figura en el vacío
    desaparece, deja tras sí, fugaz silueta
    se asemeja a.. ¡es ella!

    Su imagen llena un espacio cual no termina
    el intentar comprender;
    entreveo; posible no es saber
    si terminare, bien; si no, bien
    no podré, después de todo
    índice que apunta al vacío
    divaga cercanos espacios, extesos y angostos
    estrechas simas entre ambos
    crea más de lo que hay ahora… tiempo
    resalta en la textura de la nada, lo esperado
    con ansias del sediento, se adelanta,
    ¡es el pulgar quien avanza!
    no es…, aún así, puedo sentirlo
    los nervios fundidos, mis sentidos fallan
    ¡es ella!

  • 03.11.98 [¡quién te viera!]

    ¡Quién te viera!
    quien te viera,
    pasar por entre los frondosos arbustos
    de mi jardín, pupilas cual iluminando el camino,
    plantas rejuvenecidas al toque de tu aliento.

    Quien te oyera,
    cantar entre las delicadas ramas
    entre árboles ocultos, arrollados
    cantar, cantar,
    no sea que muera alguien por oírte.
    Cantar,
    para agradar del Supremo sus oídos
    cantar, cantar
    así para describir cuanta maravilla
    hay aquí, hay allá, habrá o hubo
    cantar -vibraciones- cantar
    dar paso a la Muerte.
    Dejarle tomar cuantos seres estén a tu paso
    porque te han oído,
    ¡felices ellos!

    ¿Quién te oyera
    reír, reír…?
    ¿Dónde ahora quien lloraba?
    ¿dónde el infeliz, el sabio, los músicos?
    ¿quíen te oyera
    hablar, contar
    historias de hadas y princesas
    y quedaba tranquilo
    tras presenciar tan vívido testimonio
    de tragedias, historias de amor?

    Quien te sintiera
    sobre sí tus pies
    ah, feliz de ti,
    ¡morir a causa de ella!
    quien te sintiera
    a lo lejos desde las llanuras
    un suave aroma
    de rosas y uvas,
    racimos, de lirios?
    ¡Quién te viera!
    ¡que por tí no suspirara!
    ¡felices ellos!

  • Destino de un radical

    ¨Porque… el soldado nunca muere… sólo desaparece.¨
    McArthur, exgeneral de las fuerzas americanas en el pacífico, en su discurso de jubilación, al ser despedido por proponer un abierto ataque a China durante la guerra de Corea.

    Bocas abiertas. Rostros atónitos. Ojos interrogantes. Por momentos, reinó por la sala de conferencias un silencio de muerte.
    Luego de un lapso de eternidad, durante la cual todos mantuvieron un silencio no acordado, comenzó el vocerío…
    -¡pero cómo!
    -¡no puede ser…! ¡no aceptaremos tal blasfemia!
    -¡deberían ser castigados, es lo justo!
    Así que cada cual cree tener la solución… pero el curso de las acciones se decidirá en unas horas, y no serán ellos quienes opinen entonces- pensaba, riéndose de ellos, Protágoras, mientras recorría con la vista el resto de los concurrentes. Al encontrarse su mirada con Adriano, comprendió por el brillo de sus ojos que él pensaba lo mismo.
    Unas horas después, Protágoras y Piteas se encontraban en el patio central, discutiendo animadamente las consecuencias que podría acarrear tal acontecimiento. El sol radiante, esparciendo su calor por igual a todos, parecía indiferente a lo que ocurría allá abajo. Los acompañaba callado y cabizbajo, Adriano.
    -pero, ¿cómo fue posible que la información llegara tan tardíamente? –preguntaba Protágoras, ansioso de saber más detalles.
    -no pueden decir que fueron asesinados mientras no hallen los cadáveres. Supongo que ningún criminal querrá broncearse todo el día mientras permanece amarrado sobre un palo de madera. –era la burlesca respuesta de Piteas.
    -¿están acusando al estado de Sagunto como culpable?
    -cuando un cartaginés está enojado, hay que esperar hasta que se le despeje la vista. Personalmente, no tengo nada en contra de Sagunto.
    -¿qué crees que ocurrirá?
    -todo es posible, tágoras. La mayoría no está aún a favor de una represalia directa…
    -¿quién no teme a Asdrúbal? –comentó Adriano.
    -¿pero aún no se conoce la opinión del cónsul al respecto?
    Piteas se detuvo. Era un cartaginés clásico, robusto por exigencias de la vida cotidiana marítima. Mirándolo detenidamente, le dijo, como si tratara de despertarlo de su ensoñación: -aún eres muy joven, tienes mucho que aprender… podrías comenzar por pensar un poco antes de preguntar…

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  • La Aventura de hoy

    La Aventura de hoy
    por Sergio Romero

    -¿Aló? Buenos días. ¿Estará Carlos?
    -Sí, ¿de parte de quién?
    -De Manuel.
    -Ya, espere un poquitito.
    Al rato, Carlos estaba en el teléfono.
    -¿Aló?
    -Aló, ¿Carlos?
    -Sí, hola Manuelillo. ¿Cómo estai?
    -Bien, bien. Oye, ven al tiro para mi casa.
    -Okay, ya voy. Me visto y rajo pa´tu casa.
    -Ya, chao chao. Apúrate.
    -Ya. Chao, chao.

    Manuel, muy contento porque su amigo venía a su casa, después de largas ocho horas de descanso sin verse. De repente suena el timbre.

    Ese tiene que ser Carlos – se dijo, muy contento. Bajó las escaleras, o sea, se tiró por la baranda y corrió hacia la puerta; miró por el ojo mágico. Y como una neblina, ve a su peor pesadilla: la señora Labrentina Concha, con la cual había tenido muchos problemas.

    me vendrá a retar por el experimento que hicimos con su gato o por haber inundado su patio ya se me viene a pedir prestado un secador de pelo para su peluca

    Manuel abre la puerta y cínicamente dice:

    -Hola señora Labrentina. Cómo esta usted.
    -Mira mi´jito. No te vengas a hacer el educadito conmigo y explícame: ¿qué pasó con mi gato?
    -Bueno… este… yo… yo quería ver cómo era la piel del gato, así que lo pelé enterito – como ¨buen¨ amigo que era, Manuel no quiso delatar la descabellada idea de su amigo Carlos.
    -Ya, no me digas nada más. Ya hablaré con tus papis. Pero por mientras, te prohibo la entrada a mi casa y patio. Y nunca más te acerques a mi gato.

    Cuando la señora Labrentina se retiraba, Manuel ve que Carlos viene corriendo a su casa.